lunes, 8 de octubre de 2018

Recordando el Arroyo de Baitoa.

Por: Ramón Felipe Núñez 
Cuando me traslado de Santiago a Baitoa soy muy quisquilloso en precisar que subo hacia Baitoa, contrario a la forma en que lo hacen algunos baitoeros y todos los extraños cuando realizan igual travesía. Me expreso de tal manera porque se que Santiago está situado a 86 metros sobre el nivel del mar, mientras que Baitoa se encuentra a 180 metros sobre el nivel del mar. Luego haciendo el mencionado trayecto se sube 100 metros a pesar de la sensación que nos da cuando llegamos San José Adentro y tomamos la gran bajada de los Limones (antiguo kilométro 3)

  El arroyo de Baitoa que nace en la loma del Toro Cenizo, en las cercanías de Mocán, desciende, me atrevo a afirmar unos 300 metros antes de llegar a su confluencia de lo que antes fue el rio Yaque. En otro lugar no se le llamaría arroyo, sino río, pero el Yaque velaba por su prestigio. De hecho he sido informado que hace tiempo el arroyo tenía un nombre, se le llamaba el Arroyo del Naranjo Dulce, pero por causas para mi inexplicables el nombre fu desapareciendo hasta convertirse con el nombre de Arroyo de Baitoa, a secas. Y quizá sea mejor así, por ser más descriptible para lugareños y extraños.

  Lo que no me extraña es la información en las narraciones de los que ya no están con nosotros es que desde la comunidad de la Capilla hasta el río el caudal era mucho mayor que el que hoy contemplamos. Fello Núñez acostumbraba a narrar que cuando llevaba una carga de víveres a su casa, las colocaba en una construcción hecha a base de yagua de palma a modo de bote y la arrastraba aguas abajo hasta que debía apartarse, camino a su casa, de estas aguas.

  Los recuerdos de mi niñez en el arroyo se despiertan de nuevo en estos momentos que se construye un puente más para facilitar el transporte a través de Baitoa. Y al hacer estas meditaciones revaloramos la importancia que el mismo tuvo en nuestra vida. Y su importancia no disminuye por la no potabilidad de sus aguas, pues el contenido de sales y el consiguiente sabor nos recuerda que unos millones de años atras nuestras lomas fueron parte del oceano y las aguas que alimentan el arroyo se mezclan con estas sales subyacentes en nuestras montañas. Y por tal motivo son de especial aprecio los escasos manatiales de agua dulce que alimentan el arroyo y que han merecido bendiciones religiosas.

  Pero tome en cuenta que el sabor del agua que tiene su origen en la loma del Toro Cenizo hasta que se une con el otro ramal es diferente. El agua es potable. Preferida por muchos agricultores sobre el agua del rio Yaque.

  En Baitoa hemos convivido con esta fuente de agua y de vida en su diversidad.

  Leyendo unas notas de Wendy Genao me di cuenta que esta valoración positiva de la convivencia de los baitoeros con el arroyo constato que el amor a esta fuente de vida no la hemos apreciado en plenitud.   Me encantó sobre manera leer como demuestra este amor a nuestro bien común.

  Aunque en esta líneas pienso mostrar las primeras impresiones que teníamos en nuestra niñez al observar sus vaivenes, crecidas y ocasionales estiajes y como influyeron sobre la mutación de la naturaleza.

 En esa época, mayo era un mes de lluvias muy continuas y tormentosas. Extraño era el día de ese mes que, en las primeras horas de la tarde truenos y relámpagos nos hiciera recordar que hay fuerzas de la naturaleza que se deben respetar pues el deborde del arroyo no perdonaba nada ni nadie que se interpusiera en su camino. Y cambiaba todos los planes.

  Si los días previos a mayo teníamos un remanso de aguas tranquilas pertubadas quizás por unas jaibitas que nadie hacia caso, unos pecesillos que llamabamos baitas y algún escazo croar nocturno de ranas y sapos . Todo cambiaba durante y después de las lluvias.

  Cuando las aguas se hinchaban desfilaban gruesos troncos y se sentía el movimiento de piedras al ser arrastradas aguas abajo. Pero en repetidas ocasiones llegué a observar burros y algún becerro que caían o se dejaban sorprender por el cauce violento. Es de señalar que la vivienda de mis padres permitía que estuviera en un palco delantero para observar el grandioso espectáculo.

  En mi casa siempre tuvimos mascotas. Los gatos necesarios para auyentar ratas y ratones. Perros como medida de vigilancia. Cuando comencé a tener conciencia de mi mismo recuerdo que teníamos un perro de nombre Yaqui. A propósito de este perro mi madre siempre narraba el siguiente incidente. Una tarde que no llovió en Baitoa, pero, se supo luego, en abundancia en sus cabeceras, hubo una crecida como nunca antes se había visto. El agua penetró en nuestro patio inundando el cuarto donde teníamos una ducha que se nutría del tanque de almacenamiento de agua lluvia la casa. El gato parece que no notó el cambio y se llegó a la orilla del gran caudal de agua y cayó en ella con el consiguiente peligro de muerte. Yaquí no dudó un instante y lanzándose al agua rescató a su compañero de hogar. Reitero que no vi el incidente, pero lo doy por cierto.

   La lluvia y el consiguiente rugir de las aguas en el arroyoi acompañados de ocasionales relámpagos podían continuar hasta avanzadas horas de la noche. Aumentaba el conciernto de ranas y sapos.  La comunicación era cortada hasta la mañana siguiente. Si alguién tenía tierras del otro lado del arroyo, o por otro motivo se encontraba del otro lado,  debía esperar hasta que las aguas se calmasen. No había alernativas.

   Lo seguro es que al otro día en la mañana el cauce se encontraba bastante disminuido y la turbidez del agua era ya mínima. Tales condiciones eran como la señal que la muchachada, entre los que me contaba, esperabamos para explorar los cambios realizados. Llegabamos e inmediatamente se volvían a colocar piedras en los pasos del arroyo. Y se saltaban por estos nuevos pasos. No olvido cuando una vez creo ver piedras colocadas e intento saltar a la primera piedra, pero esta da un salto. No, no era una piedra, era un sapo bogaert. El sapo corrió por un lado, yo pòr otro. Abundaban todo tipo de batracios después de la crecida en las margenes del arroyo.

   Pero la exploración de la muchachada se centraba en los charcos creados, las cuevas formadas por troncos y ramajes y los visibles cambios en el cauce del arroyo. Las cuevas eran importantes. En ella se refugiaban las jaibas que nos aprestabamos a atrapar.

  Los expertos enseñaban las técnicas. Recuerdo claramente que Faelo Pérez era experto entre los expertos. Cuando creí dominar la técnica hice mi primera captura de una pequeña jaiba con cachos no dignos de tomarse en cuenta y con valentía me lance a una segunda captura penetrando manos y brazos en una de estas cuevas. Pero en ese intento fue una jaiba de cachos enormes que me atrapó a mí. Cuanto sufrir, cuanto llorar. No sé porque razón se decidió por perdornarme este crustaceo monstruo. El caso es que aun observo una pequeña cicatriz en uno de mis pulgares y hasta el día de hoy les tengo respeto a las jaibas y sus afines. Tampoco disfruto de cualquier manjar preparado con las mismas. Sospecho que la agresión de esa enorme jabia reguló mi gusto.

  Pero lo que llamaba mi atención, porque nunca encontré una explicación aceptable,era la aparición de muchos, variados y comestibles peces, especialmente los que se refugiaban en los pozos que se formaban. Y atrapar los más preciados era una tarea de los jóvenes más crecidos y expertos, pues nosotros a lo más que llegabamos era a espantarlos y hacer que buscasen el camino hacia el rio Yaque.

   Debo hacer mención de un caso especial cuando se formo antes que un pozo una laguna formada en las tierras de Güide Pineda y que quedó separada del arroyo siendo alimentada por una pequeña fuente de agua. Pudimos ver abundante pescado en la citada laguna.  Decidieron unos jóvenes de la Jagua no atrapar los peces en esos momentos y darles tiempo para que crecieran algo más. Así se hizo. Pude observar cuando a modo de red se usaron sacos de yute que cumplieron su cometido.

   Como señalé estos peces sólo aparecián con las crecidas. Y la única explicación que he podido darle este fenómeno es que los peces se refugiaban en el arroyo para resqguardarse del mayor volumen y más potentes aguas del río Yaque.

  Fue por esa misma época que se desató una fiebre de oro alrededor del arroyo, precisamente después de las constantes crecidas de mayo. Una pequeña cantidad de mujeres, mayormente procedentes de La Zanja, se dedicaron a la actividad de remover las arenas del arroyo y lavar esta arena para obtener una que otra pepita de oro. La mayor eran jévenes armada con un machete, un jarro y una batea. Con los dos primeros instrumentos se excavaba en el cauce y con el jarro se vería el material extraído en la batea. Todo un arte eliminar arena y piedras y retener el oro. Las partículas extraídas se depositaban en un paño de tela. Al final del día se procedia a la venta. Esta última parte la recuerdo bstante bien proque mi padre era uno de estos compradores.

  De las expertas lavadoras de oro me llamó poderosamente la atención una de las más jóvenes por su gracia y belleza además de su destreza en el oficio.Su nombre Mariana Suriel,me aprece es su apellido, y yo la seguía observando donde se moviese con su trabajo. En esos menesteres también la conoció Eduardo, alias Tagoga, el hijo de Dolores, ya para esa época aficionado al alcohol. De Tagoga, lo saben todos en Baitoa, sólo se emborachó una vez. Y esa borrachera tuvo inicio en esa época y continuó hasta el resto de sus días. El caso es que me gustaba mirar hacia el fondo de los pozos que se iban realizando en el arroyo, especialmente si veía algun pescadito explorar el nuevo habitat. En una ocasión el borde de uno de estos tales pozos cedió y caí al agua. No sabiendo nadar aún, me estuve ahogando y tragando agua. Mariana rapidamente se lanzó a rescatarme y me tendió en una grama que crecía en la orilla y puso a secar mi ropa. Luego me llevó a casa. Mi madre y quien escribe le estuvimos siempre muy agradecidos, al extremo que se me permitía ir al arroyo solamente si Mariana estaba en las cercanías.

  Se descubrió entonces una veta de oro que corría desde se construyó el puente hasta donde se situaba el matadero. Y parece que la veta produjo una pequeña cantidad de pepitas de oro.

  Pero, así como surgió esta fiebre de oro, así desapareció. Mi interés,  y el de mis compañeros era seguir observando la fauna propia del arroyo.

    Sin embargo luego del asfaltado de la carretera Santiago-Baitoa, hablamos del año 1954 según mi memoria, se procedió a prolongar la carretera hasta la Cruz Roja, que incluyo la construcción del primer puente sobre el arroyo, y entonces tuvo lugar una pesca que también llamó mi atencion. Pero veamos los alcances de la obra realizada.

  Ya se había asfaltado hasta frente el cementerio la carretera Santiago-Baitoa. Se ampliaba, pues, Para comenzar se decidió cortar camino bajando desde el cementerio eliminando un monte de plantas de cabuya y construir un nuevo puente de madera sobre la cañada de Laura Franco y eliminar parte del cerro que bajaba de la vivienda de doña Quirina Pineda.

   La parte más importante del trayecto lo era la construcción de un puente, igualmente de madera, con soporte central clavado en medio del cauce del arroyo. La prolongación de la carretera del otro lado del puente implicaba el corte por medio de unos terrenos de mi familia. El tractorista se limitó a pedir que alguién informe a los dueños de esos terrenos que se procedería penetrar con el tractor por esa parcela. 

  Estaba yo presente, cuando hubo tal anuncio,  y corrí hacia mi casa para informar a mi padre de lo que estaba por ocurrir. Se desmontó la alambrada pues. Recuérdese que en esa época no sólo no se informaba con anticipación de la expropiación de terrenos para la construcción de una obra pública, como tampoco se compensaba monetariamente por la pérdida incurrida. La adecuación de los títulos de los terrenos, si se hacía, corría también a cargo de los afectados. Logicamente tal cosa no se hizo.

  Y ahora voy al incidente pesquero.

  El tractorista decidió un buen día dar mantenimiento y limpieza a su aparato en medio del arroyo. Pero antes para entretenerse decidió represar el arroyo un poco más arriba de donde se construiría el puente. Se formó un gran charco que practicamente dejo sin agua todo el cauce hasta el rio. Jóvenes y adultos recorrieron ese trayecto y lograron atrapar algunos peces que nadie se explicaba donde pudieron haber estado ocultos.

  Pero en el lago de la represa formado algunos jóvenes, justo antes de que el tractorista dispusiera la remoción del muro de contención vieron el movimiento de un pez y rapidamente atraparon una anguilla de considerable tamaño. No estuve presente al momento de la captura, pero si vi cuando se llevaron el trofeo camino a la Jagua para una sabrosa cena.

  El primer puente sobre el arroyo tenía como hemos señalado un soporte central no encadenado a roca alguna y con zapata de dimensión, se demostró luego, muy pequeña. Ese primer puente no resistió los embates de las primeras lluvias de mayo. Se repitió el proceso de reconstrucción del puente con zapatas más geusas y pesadas y el arroyo acepto el reto y ganó la pelea. 

   He tratado de confirmar con algunos baitoeros cuantas veces fue destruído el puente. Según mis recuerdos se reconstruyó el puete tes veces y antes de la última vez sirvió la viga central llegó a servir de presa con algunos troncos que no pusieron seguir aguas abajo. El agua tomó entonces el camino de la vivienda de Alsacia.

   Es bueno recordar que el cauce del arroyo sufrió cambios por el año 1960. Y es, si sólo nos fijamos el trayecto desde la Jagua hasta el río Yaque, el único cambio que yo recuerde.

  Desde lo que entonces conocíamos como la Jagua abajo, especificamente desde un chiquero situado frente a la casa de Bartolo Pérez el arroyo seguía su curso bordeando un pequeño barranco donde estaba situada la casa de Ovidida Vargas. Dicha pequeña barranca de no más de dos metros de altura estaba protegida por matas de mango. En ese punto doblaba el arroyo en ángulo recto hasta llegar donde hoy se construye el puente. Frente a la cañada de los Valerios se encontraba la parcela de Güide Pineda que cálculo en menos de diez tareas. Una tierra muy fértil sea dicho de paso, pero no tenía protección arborea. Si partimos de la cañada antes mencionada y el camino de la Jagua se cruzaba el arroyo y se tenía un terreno que bordeaba los terrenos de Güide y cruzaba una montería un tanto espeza en la rama de cuyos árboles eran visibles abundantes nidos de ratones. Se cruzaba el arroyo y se volvía a cruzar frente a la casa de Sebastián Núñez y se engarzaba con la carretera. Del lado derecho del arroyo se tenían los terrenos que en esa época pertenecían a Marinito Núñez, donados por su abuelo Leopoldo, y con el tiempo pasaron a ser propiedad de Elvis Núñez.

  A incios de los sesenta una primera crecida del arroyo decidó tomar el camino más corto hacia el lugar donde se había construido el puente atravezando los terrenos de Güide dejando como regalo un manto de cascajo y allí se estableció una cancha de beisbol para Baitoa, aunque Güide siguio cultivando un área muy pequeña que no fue tan fuertemente afectada. En sucesivas crecidas el arroyo tomo el curso actual por esta parte y con ello desapareció la mencionada cancha de beisbol. "The Lord giveth, the Lord taketh", dijo el señor arroyo. 

  Este cambio del curso del arroyo no disminuyó el cambio de altura y el punto de construcción del puente.

  Y por donde antes se pavoneaba el arroyo se erigieron viviendas y otras construcciones. Hoy a esta área habitada se le conoce como Jagua Abajo. Tiene la habitación humana allí al menos 40 años. Hasta el día de hoy se ha tenido suerte.

  En la época de la construcción del puente fue que por primera vez me aventuré más allá de Arroyo Arriba buscando hacia la Capilla la fuente inicial del arroyo.  Tal fuente como la esperaba no existe por ese camino, sino múltiples cañadas que, para Agosto ya estaban secas. El agua aparece y desaperece en un cauce mayormentge seco.  Por lo general los que tomaban la iniciativa para realizar esta exploración eran los dos Sergios García, el de Tito y el de Titín. Pero ellos estaban más interesados en marotear que examinar el arroyo. Pero yo había visitado esa fuente por otra vía

  Jamás se nos ocurrió tomar el camino de Guadarraya hacía Mocan donde se tiene la fuente permanente de origen del arroyo.


  Fue entonces que me animé a regresar a la fuente del arroyo en la Loma del Torro Cenizo para descender siguiendo el curso de las aguas. El camino tomado, el que siempre había usado, era subiendo por los Callejones de los Sánchez y llegar a lo que durante algún tiempo fue la residencia de Abraham Núñez hace cerca de 100 años. Tengo entendido que nunca más hasta el día de hoy se ha tenido vivienda humana en esas lomas. Y les aseguro no hay zona más agradable en Baitoa, pero espero que por el bien del arroyo no se le ocurre a nadie más vivir en ese paraiso.

   Fueron esas lomas por la mayor parte de su extensión y el tiempo dedicadas a la ganadería y en menor medida al tabaco por parte de los baitoeros. Por Baiteros menciono a los Núñez de mi familia, a Daniel Fernández,  a Sinencio Pérez que tuvieron un pacto no escrito de conservar los bosques que bordeaban enl arroyo en toda esta área. Pero las familias que conozco como los de Justo García y los de Toño García, familiares ellos, de Mocán eran más protectores que los baitoeros. Lo juro que es así. Y a pesar de que todos eran en mayor o medida tabaqueros, que son por su naturaleza depredadores innatos, se mantuvo allí conservando la vida del arroyo.

  El caso es que hice el recorrido, en más de una ocasión, teniendo por sola compañia al perro que teníamos entonces en casa. Duque era su nombre. Duque no me permitió en ningún momento disfrutar del caño de Julia. Mi certeza de que nos acercabamos al cauce proveniente de la Capilla, cuando después de tanta tranquilidad y paz en todo el recorrido sentía la voz humana generalmente pronunciando más de una soez maldición, me decía llegué al inicio de un recorrido aburrido. 

  Sin embargo, debo confesar que un hijo, no residente en Baitoa, de alguno de los antes mencionados dueños de terrenos en la Loma se dedicó de manera ilegal y oculta a talar cahobas y robles del área antes mencionada para su posterior venta. Cuando una noche de 1982 se sintió un jinete que recorría el arroyo de manera furtiva hacia Baitoa, Elvín Núñez le lanzó un rayo de su linterna para identificarle el jinete trató de ocultar su rostro. Elvín Núñez lo reconoció. Y relacionó su trotar por el arroyo a las actividades antes mencionadas. Fui testigo, pues estaba sentado en la galería de la casa de doña Alsacia en compañia de la muchachada del lugar.

  Precisamente les interrogaba sobe uno de los cambios que había notado en la vida del arroyo. Ya se notaba pescados diferentes a las raquíticas baitas que conocíamos anteriormente. Los chavales que estonces recorrían el arroyo y me traían recuerdos de mi niñez, los veía imnprovisando anzuelos y otros aperos de pesca, cosa desconocida en mi época.

  Recuerdo que en 1982 Cesar Pérez comenzaba su actividad de crianza de cerdos en las cercanía de la salida de la mentada cañada de los Valerios. Todavía era muy intensa el envío delos excrementos de las piaras hacia el arroyo. Pensaba que quizá los restos del alimento de los cerdos, y talvez, el pequeño flujo de excrementos alimentaba a los peces. No tomaba, entonces, en cuenta que ya construida la Presa de Taveras y eliminado el rio Yaque en área de Baitoa los peces econtraban mejor refugio en el arroyo que antes desdeñaban.

  Pero a medida que aumentó la actividad de crianza porcina hasta el momento que la contaminación ambiental se hizo pertubadora tanto en el aire como en el agua del arroyo, esta fauna piscícola que tanto admiraba desapareció de nuevo.

  En 1982, o unos años más adelante, se construyó, unos metros aguas arriba del puente, un baden. 

  En el día de hoy, año 2018, se procede a construir un nuevo puente sobre el arroyo. Y del lado sur se constuyen unos gaviones antes no existentes.

No sé que será del arroyo sino resarcimos los daños que le hemos hecho. Los recuerdos de mi niñez los quiero conservar en estos escritos y deben servir de indicación de lo que debimos haber hecho y las tareas que nos quedan pendiente.