jueves, 23 de mayo de 2024

Toros en Baitoa

                                                                  La sangre

(Un viejo artículo del 2020)

By: Ramon Felipe Nunez

En esta época de encierros de pandemia me he dedicado a leer nuevos libros y repasar alguno que otro cuyo contenido ha dejado de serme familiar..

 Por casualidad mientras releía de "Cuentos Escritos en el exilio" de Juan Bosch la narración que tiene tiene por título "El Funeral", vinieron muy frescos a la memoria recuerdos de hechos que en mi niñez fueron muy frecuentes. Me refiero a la reacción de toros y vacas cuando sienten el olor de la sangre de uno de sus congéneres.

  Para que nos podamos ambientar debo recordar que la obra de Bosch a que hago referencia con un resumen.

  Es así.

  Cuando se inicia la época de lluvía en una región de pastizales, que podemos adivinar en la cercanías de la Vega, el dueño de una manada de vacas lechera ordena trasladar las mismas al potrero cercano a la vivencia familiar. De tal traslado que se debe efectuar queda exento el toro, que asumimos es el semental de la manada.  Este toro se rebela, vuela cercas, rompe alambradas y agrede a todo el que se le acerca, pues añora estar en compañia.

  Siendo el dueño de la finca uno de los agredidos, en un acto irreflexivo le mata en medio de la carretera y en ese lugar se le desuella y se aprovecha su carne.

  De manera inexplicable para el autor alrededor de este lugar se van concentrando todo el ganado de sitios cercanos y lejanos, que mugiendo y escarbando el suelo expresan su rabia y dolor por la muerte de uno de los suyos. El espanto y terror de los seres humanos es indescriptible, pues evitan los alrededores de la concentración de todo ese gran ganado rebelde. Según el narrador tal concentración se prolongó por varios días.
 
   Asumo que el titulo de la narración es "El Funeral" y no "La Sangre", por el hecho que el último es el nombre de una novela conocida. Igualmente asumo que el hecho que dió origen a este cuento de Juan Bosch no lo conoció el autor sino por la narración de terceros como podré demostrar por unas consideraciones que hago sobre mi lar nativo.

  Veamos.

  Los que conocen algo del pasado de Baitoa, sabrán que fue esta comunidad enriquecida principalmente gracias al tabaco. Ese cultivo, como sabemos, podía dar sustento a una familia que poseyera al menos 4 tareas de tierra, pero al mismo tiempo daba lugar a degradación del medio ambiente manifestado principalmente en la desaparición de arroyos y cañadas, pues nuestros padres nunca se les ocurrió proteger la sombra de las plantas generados de agua y sombras, enemiga mortal esta última del tabaco. El tabaco, y las leyes de lugar y la  eliminación de alambiques, se tragó a la caña de azúcar que en  en cierta medida llevaba prosperidad a toda la zona de la Lima y López.

  Igualmente sabrán que nuestros ancestros, dada la abundancia de agua y pastos, acostumbraban a tener alguna pequeña manada de vacas lecheras que podían suministrarle algunas pequeñas entradas por la venta de la leche. Nuestra Baitoa, fue primero ganadera y luego tabaquera.

 Jamás se despachaba la leche que se producía en Baitoa hacia Santiago donde pudo tener un mejor y estable mercado. Sin embargo este era el accionar de los ganaderos de Lopez, como los Fernández y Julio Pérez y su descendencia, que hasta el día de hoy mantienen esta actividad.

  Si nos remontamos a los finales de los años 40 del siglo pasado, es decir hace unos 80 años, se puede compilar una pequeña lista de familias baitoeras que tuvieron sus pequeños hatos.   Enumero: Bartolo Pérez, los hermanos Marino, Amable, Neno Núñez, Daniel Fernández, Toño Núñez, Juan Plasensia, Primo Núñez. Todos los antes nombrados no tendrían más de 25 vacas. Una excepción lo era Moncito Fernández pues es posible que poseyera mas de 80 unidades. Logicamente los antes mencionados son los que recuerdo, pero hay más. Especialmente en la Zanja y López.

  Sabemos que se tuvo  carnicería en Baitoa desde al menos principios del siglo pasado. Se tenía expendio de carne en la misma de una manera regular. La regularidad en el expendio de carne hacía innecesario el uso del fotuto para anunciar la disponibilidad de la misma. El sonido grave del fotuto siguió siendo costumbre hasta muy entrado el siglo en gran parte del país, no así en Baitoa.

   Conocimos el fotuto, eso si, pero dándole otros usos.

  La carnicería, por lo menos en época del gobierno de Horacio Vásquez,  estuvo situada en lo que es hoy la entrada del puente que cruza el arroyo Baitoa,  en terrenos de Jesús María Fernandez. Luego se trasladó al lado de nuestra vivienda familiar.

 Las sequías, como sabemos, siempre han representado un incoveniente en la producción ganadera. Por ejemplo la sequía de 1914 fue tan fuerte que, por lo menos en el caso de Elías Núñez, se trasladó el ganado a las cercanías de Bonao. Igualmente la llamada sequía del centenario, año 1944, dejó por muchos años tristes recuerdos en la comunidad. Las sequías podían forzar la venta del ganado de forma no planificada.
 
 Hoy sabemos que la intervención humana en el medio ambiente de nuestra zona ha incidido en la desaparición de cañadas y riachuelos. Pero, adicionalmente, el fenómeno de El Niño ha sido responsable de las periódicas sequías que ha tenido el país. Adicionalmente tómese en cuenta que hasta hace  50 años el país conocía dos estaciones en el año: la de lluvía que se alternaban con las estaciones de sequía.

  Así como mayo era el mes de las lluvias más tormentosas del año y de los correspondientes desbordes del Arroyo de Baitoa, febrero y julio eran meses de estiaje.

  Los que tenemos cierta edad tenemos el recuerdo de que durante los últimos dos  meses antes mencionados  llegase desde la dirección del poblado o de la Lima en las tarde se arriase el ganado hacia el Arroyo para que saciase la sed. La vista de 20 a 50 unidades al mismo tiempo no eran raras.

  Sin embargo, por razones sanitarias,  en el año 1953, se construyó un lugar,al otro lado del Arroyo de Baitoa , para el sacrificio exclusivo del ganado vacuno . Se buscaba con la construcción de un profundo hoyo, donde se depositaba la sangre del animal, eliminar el derrame de la sangre en la corriente de agua.

  El resultado de tal medida es que era un tanto punzante el olor de la sangre para los humanos. Ya nos podemos imaginar que tan incitante podía ser para el ganado vacuno que descendía al Arroyo.

 Los que no han leído el cuento de Juan Bosch a que hice referencia al inicio de esta narración de seguro que pueden tener una medida de la misma cuando sentía el mugir de todo el ganado cuando sentía el olor de la sangre.

   Cuando tal cosa sucedía no era conveniente que nadie se acercase por el lugar.

  Los que conocimos la furia de toros y vacas en las circunstancias narradas no podemos sino sentirnos como protagonistas en la narración "El Funeral" de Juan Bosch