domingo, 21 de octubre de 2018

Dos amigos Baitoeros se disgustan. Parte II

Los que leyeron la entrega anterior saben que Papito Núñez es uno de los dos amigos a que alude el título de esta narración. 

Veamos, pues, algunos de sus rasgos más sobresalientes.
Papito, heredó el fervor y militancia política de su padre lo que se observaba en el hecho de que gran parte del balaguerismo se movía en torno a él y le consultaban en problemas de índole política. Y, a pesar de la militancia de padre e hijos, jamás llegaron al sectarismo sabiendo apartar actividad política de las relaciones personales y familiares al extremo de que en su presencia no era posible siquiera llegar a la confrontación de ideas como los sabemos hacer los dominicanos.

Papito fue toda la vida múltifacético tanto en las actividades de trabajo que realizaba que varíaban desde trabajar con el machete en el campo, atender una pulpería o manejar una ferretería, como también lo era en su vida social. 
Una anécdota en la pulpería que mantuvo en el local sito al lado de la gran mata de mango que le daba vida al lugar, lo retrata de cuerpo entero. Y allí Papito fue el protagonista de un incidente que, para mi, lo retrata de cuerpo entero.

Acela Pérez, su prima, y toda una estrella dulce y hermosa,  mantenía amores formales con Fernandito Pichardo, joven de la ciudad de Santiago. El caso es que un día de semana mientras doña Tivita Nuñez, tia de Papito y madre de Acela, se trasladó a hacer diligencias fuera de su casa, me parece que en la ciudad de Santiago,  los novios aprovecharon la oportunidad  para fugarse en  actividad matrimonial. No informaron, por lo menos a la madre, doña Tivita, de sus planes, pero el hecho era conocido por toda la comunidad. 

Cuando doña Tivita toma el camino de su casa partiendo de la Cruz Roja, su sobrino la detiene, luego de "besarle la mano"  pide que entre a su negocio pues tenía para  regalarle una de esas mentas en forma de bola tan populares en esos días y le dice "tia, cómase esa bola", le pone más conversación y cuando ve que la tía finaliza de chupar esa primera bola, le entrega otra con los mismo fines.  Y parecía seguir insistiendo para que siguiera "comiendo bola". La tía se pudo despedir y llegar a su casa donde se enteró de la escapada de su hija. Sólo entonces exclamó: "pero ese sobrino mío, lo que hizo fue ponerme a comer bola". 
Para los que saben el juego de palabras usado entenderán la jugada maestra de Papito.

Ya teniendo Papito, con el pasar del tiempo, una enfermedad degenerativa jamás alteró su manera de actuar. Su entusiasmo con la cabalgata del día de San Juan, así como su ánimo  con los encuentros de baitoeros, familiares o militantes políticos, jamás disminuyó.

En cada una de estas actividades acostumbraba Papito a realizar discretas ingestas de alcohol. Menos límite ponía en estas ingestas cuando lo hacía en compañia de personas más cercanas a él.

Siempre me hizo gracia la narración que una vez me hizo Antonio Marola. Acostumbraba el trío formado por Papito, Pedro su hermano y Antonio salir hacia la Gina tomando sus cuotas alcohólicas en el camino. El caso es que siendo tarde en la noche  y no encontrando con quien compartir en el lugar, se dedicaron  a una los tres compañeros a desafiar en pleito de hombre a hombre y  a voz en cuello a todos los residentes en la Gina. Como no apareció nadie que los tomara en serio, me dijo Antonio, se combinaron Papito y Pedro y decidieron a descargar una tanda  de trompadas contra mi persona, pues no había con quien batirse. Al final de tal pleito me montaron como un cerón de tabaco en el caballo y así me llevaron a mi casa. Tal cosa me contaba Antonio entre risas, al tiempo que Papito le pedía que callara y olvidara lo ya pasado. 

Así recuerdo a Papito. Debo repetir en este punto que Papito es mi primo por parte de padre.
Presentemos a su contricante quien una vez fue su compañero de pensamiento y acción política. No usaré su verdadero nombre, pues vive, aún. Pero debo indicar al presentarlo que es mi primo pòr parte de madre. Quede claro que conoceremos en esta narración por el nombre de Guillermo Pérez. 

Al introducirlo debo revelar algo que en mis recuerdos es muy agradable, aunque Guillermo lo haya ya olvidado.

Cuando era yo adolescente y el mundo político se acababa de abrir para el país creo recordar que era yo la única persona en Baitoa que mostrase alguna simpatía por el entonces pujante Movimiento Revolucinario 14 de Junio. Era yo un muchacho que no tenía siquiera voz para clamar en el desiero. Pero algunas de mis inquietudes las daba a conocer a mis amigos de entonces. Grande fue mi sorpresa cuando conversaba yo con Guillermo, en las cercanía de la carnicería y repaabamos algunos temas baladíes y sin que viniera al caso mi coetáneo Guillermo, quizá para mostra su afecto, se solidarizó con mi pensar al expresarme sus profundas simpatías por el movimiento 1J4. Sentí felicidad. Al menos éramos dos personas  en Baitoa que tenían una visión de cambios.

Con el paso del tiempo Guillermo emigró a New York donde según me parece recordar conducía un taxi. En esos menesteres se encuentra cuando llega a la gran urbe el Doctor Balaguer ya desplazado del poder en 1978 y en momento que gran parte de la sociedad lo veía como un cadaver político. New York es el lugar que escoge para escapar del trajinar político adverso en el país. Pocos le veían futuro político a Balaguer.

Sin embargo, Guillermo, el joven Baitoero que trabaja en New York, toca a las puertas de la residencia del lider político y le ofrece su persona y su vehículo para lo que pueda necesitar. Balaguer agradece, y se vale, de este desinteresado ofrecimiendo para moverse en la gran urbe.
De esa manera espontánea y sincera, sin proponérselo un joven anodino de la Cruz Roja de Baitoa salta al firmamento de los acontecimientos políticos dominicanos. Más interesante es todo porque el público y el periodismo nacional desconocen a esta nueva figura emergente.
Cuando más delante Guillermo, por motivos que desconozco, regresa a Santo Domingo, algunos periodistas descubren este hecho y lo emboscan en el aeropuerto de Caucedo donde Guillermo es sometido a interrogantes que evade, supongo yo, por la sorpresa. Y es que la prensa da un significado de alcances secretos a este viaje de Guilermo. Lo cierto es que un pequeño cocuyo de Baitoa, en su timidez, fue elevado al olimpo político como una luminaria de la política nacional.

Con el tiempo el Partido Reformista Social Cristiano llega de nuevo al poder, y en Baitoa, junto a doña Luma Valerio, son Papito y Guillermo las figuras conocidas que más sobresalen en la actividad política partidista del partido de gobierno. Todo en gran armonía.

Igualmente fuerzas extranjeras obligan la salida del poder de Joaquín Balaguer en 1996. Pero astuto como un zorro, acepta lo inevitable en lo que respecta a su persona, pero contribuye a que Leonel Fernández llegué al poder, contrario a los designios de las fuerzas interventoras,  Guillermo mantiene estrechos lazos con el senador por Santiago Eduardo Estrella. Así que cuando el partido de gobierno en 1997 decide construir el acueducto para Baitoa, acción de justicia ante la pérdida del Yaque, y la obra es paralizada en 1998 por falta de fondos, Guillermo hace un descenso a la Presa de Taveras al lugar donde estaba situada la toma de agua.
Esta toma de agua está situada en una hondonada detrás del muro de la presa y está rodeada de lomas, pero desde ese lugar tomó su teléfono de celda, dispositivo poco usado en esa época, y desde allí se comunica con el senador de Santiago e indignado le hace llegar, delante de todos los presentes, el estado del acueducto. Pocos tomaron en cuenta que ni en Baitoa ni en sus alrededores exitían entonces antenas de celdas para la comunicación usando esos nuevos artilugios. Pero está claro, que Guillermo hizo llegar su mensaje y su disgusto a la comunidad.
Pero con el transcurrir del tiempo hubo desavenencias entre los dos camaradas de lucha. Y ahora les explico porqué.
Guillermo se movía constantemente entre Baitoa y Santiago, pues sus contactos políticos estaban alla. En Santiago estableció un negocio de préstamos personales.  Papito llegó a tener una ferretería en Baitoa y, supongo, que en algún momento tuvo necesidad de solicitar un préstamo a Guillermo.
Según la información que me llegó cuando hube de interesarme en el caso, no hubo ninguna desavenencia ni siquiera cuando según lo que me informó Papito se realizó el último pago. Excepto que se cerró la transacción con un reconocimiento de palabra de que la deuda estaba saldada sin que mediara entonces ni en días sucesivos documento alguno que confirmara lo anteriormente dicho.

Pero el diablo que nunca duerme se manifestó un año más tarde Guillermo le recuerda a Papito que en muchos y luengos meses no se habían realizado pagos y, con los intereses acumulados, la deuda volvió a su estado inicial.

Papito, muy a disgusto, y parece que tal disgusto lo manifestó más de una vez y públicamente, pagó la nueva deuda y acompaño cada pago con algún comentario que de seguro no fue del agrado Guillermo. Guillermo encajó las ofensas y el dinero y esperó.

Y la espera encontró el momento oportuno en el año 1998 cuando el Partido Reformista, obtuvo el control del municipio de Santiago en la persona del síndico José Enrique Sued, y se decide nombrar como encargado del distrito municipal de Baitoa a nuestro Guillermo.

Con los escasos recursos del distrito municipal, debemos recordar, Guillermo emprendió una obra de arborizar toda la carretera de llegada a Baitoa desde Santiago. Las matas de coco crearon, en su momento,  un nuevo elemento en el paisaje de arribo a la comunidad.

 Nada que objetar pues,

Pero se le ocurre a Guillermo construir un puente sobre el arroyo en el camino de la Jagua a la Cruz Roja, para lo cual se debe afectar parte de una parcela de Papito y derribar un frondoso árbol que servía de protección a los terrenos contra posibles crecidas del arroyo.

La obra fue otorgada a Guaro Sánchez que indica que la única forma de crear tal puente es usando un soporte central en el cauce del arroyo, y tal soporte en tal parte del arroyo necesita de una zapata bien profunda, pesada y, por tanto, hay un mayor costo al especificado por el cabildo. No obstante el percance, Guillermo da la orden de arreglar el acceso al puente y tomar terrenos y árbol de los terrenos de Papito aunque no se haga la obra.
Papito entiende que la tregua en la guerra con Guillermo ha terminado y en consecuencia decide espantar con disparos de su revolver a quien osase penetrar en su predio o se acercarse a su árbol protector. Pero, Guillermo más hábil y previsor hace acompañar a los potenciales taladores de dos policías armados de sendas escopetas. La tarea fue cumplida ante la impotencia de Papito y, por tanto, esta primera escaramuza la gana Guilermo con amplia ventaja.
Pero Papito organiza una contraofensiva a gran escala. Se dirige a Santiago y contrata los servicios de un abogado para que someta a la acción de la justicia al invasor de sus terrenos. Pero como el abogado no le da garantías de que esta ronda será ganada limpiamente decide recurrir a lo que Papito considera es artillería pesada y, sin que nadie lo sospechase,  quien escribe debía ser el el elemento clave para movilizar este pesado armamento.
Papito, en Baitoa, me manda a llamar de manera urgente. Me aparezco a su casa y después de los saludos de rigor me espeta: "Estoy siendo agredido por Guillermo aprovechándose que es síndico". Y luego me da una extensa explicación, a su manera, del origen del problema y los pasos que ha dado en su campaña. Mis débiles intentos de calmar las aguas y llegarse a los orígenes de todo no son atendidos.

Basicamente me dice: "Si me aprecias, quiero me hagas un favor muy simple. Como eres amigo de Leonel -se refería al presidente- y verlo en el palacio presidencia no es problema para ti. Quiero le expliques el problema y que le ordene a la justicia que arregle este problema a mi favor. Dile que me conformo con que le caiga a mi contrincante diez años de carcel". Lo último lo dice mostrando lo magnánimo que es.

Se imaginará el lector que quede estupefacto. No encontraba que contestarle, pues no sabía de donde Papito había sacado el asunto de que yo me paseaba por el Palacio presidencial. Hasta que que me percaté que todo se originaba en la orgganización de encuentros organizados por Rubén Diaz y en lo que fui sólo una pieza menor.

Como pude le expliqué de la mejor manera a Papito que la justicia no funcionaba como él pensaba. No logré convencerlo. Está demás decir que Papito no me creyó para nada, pero, sin embargo, se avino a que le acompañase a cada una de las audiencias que se puediesen suscitar. No sé si él pensó que en algún momento yo podía usar mis influencias ante los jueces del caso. 
Pero el compromiso adquirido de mi parte me puso ante el dilema de lo que debía hacer o conversar cuando me encontrase con Guilermo. Mi estrategía fue llegar antes que Papito y su abogado  y del momento que avistaba a Guillermo realizaba, con cualquier pretexto baladí, una retirada estratégica. Creánme cuando afirmo que me sentía mal ante mi dilema. 
Las audiencia se sucedían hasta que dejé de asistir. Así pasaron los meses hasta que nueva vez me convoca Papito  a su casa. Me esperaba un tanto molesto porque había notado mi ausencia de los tribunales. "Me has abandonado. Pero si quieres ayudarme ahora tienes la oportunidad. La jueza es de tu partido. Ahi tienes."

Yo sabía que la jueza era Brunilda Castillo, esposa del abogado Nelsón Gómez, a quien conocía de mi época juvenil donde habíamos coincididos desde dos visiones diferentes en la lucha por un mundo mejor. El había sido compañero de Henry Zegarra. Con el tiempo había él evolucionado politicamente hacía la derecha y como tal era una persona connotada en el PRD y en tal accionar fue cooptado ante la Junta Electoral de Santiago cuando la misma fue una rama de esta organización política. Aunque no conocía a la jueza sospechaba, con razón, que sus simpatías políticas estaban lejos del PLD y se decidían debajo de un mosquitero perredeista.
Así que le explico a Papito que estaba errado en su valoración política de la magistrada."Te equivocas", me responde, "yo sé algo de la jueza que tú no saabes.La magistrada sube a estrados con unos hilos morados colgando de su cabeza". Los hilos a que se refería Papito es la borla que cuelga del birrete del actor judicial  y su color establecido es morado para jueces, blanco para abogados y azul para fiscales. Depende pues de la tarea asignada en el tribunal. Pero para Papito era la prueba de que ella era simpatizante del partido morado.

En resumen, Papito consideró que me negaba por segunda vez a auxiliarle en momento en que me necesitaba y, por tanto, me mostró abierrtamente su disgusto. Salí de su casa un tanto avergonzado de mi mismo queriendo que la tierra me tragara. Pero no había nada que hacer. Y el tribunal no tomó una decisión en firme a favor de cualquiera de las partes.

Pasado algún tiempo aproveché que llegué a Baitoa con mi hija Marcela para llegar a su casa y presentarle un miembro de la familia que el no conocía. Su alegría se reflejó inmediatamente en su rostro. Tanto que aproveché para narrarle a mi hija su modo de diversión y escapadas a la Gina que finalizan  en trompadas a su gran amigo Antonio Marola. Papito se moría de la vergüenza cuando hacia el recuento. Pero sabía que desde ese momento mis pecados habían sido perdonados.

Otro tiempo más pasa y tengo un encuentro casual con Nelsón Gómez y esposa, la jueza de la causa que narro, que aprovecho para narrar el incidente de las borlas. A la narración agregué todos los antecedentes con la intención de recalcar como un mismo símbolo puede ser interpretado de diversas maneras. La magistrada y su esposo escucharon atentamente no viendo el lado alegre de las cosas, por el contrario la magistrada me miró a los ojos y me dijo: "Si la descripción de los hechos llega al tribunal como usted lo hace, mi fallo hubiese favorecido a Papito".
Mi sonrisa se congeló. Pues al pensar que de haber sido así  Guillermo hubiese resultado perjudicado. Agradecí, en mi fuero interno, no haber tenido una participación má activa en los hechos.
Articulo by: Ramon Felipe Nunez