jueves, 9 de enero de 2020

Encuentros y audiencias con el Papa.

Roma, como bien sabe Rubén Díaz, es una de las ciudades de mayor turismo en el mundo. Hace bastante tiempo, algo así como hace cuarenta años, la visitaban unos cuatro millones de turistas al año, cuando la población de la ciudad apenas pasaba de los tres millones de habitantes. Hoy tiene algo más de 4 millones de habitantes y la visitan cerca de 10 millones de turistas al año.

  Y la mayor parte de esos turistas, me atrevo afirmar, además de conocer ese extenso museo que es esa histórica ciudad ,la visitan para llegar al Estado enclave que contiene, es decir, el Vaticano. Muchos de ellos esperan en el Vaticano recibir la bendición papal y aquellos con buenos contactos tener una audiencia personal con el Sumo Pontífice. Es imposible describir la multitud que se congrega, ante las columnatas del Borromeo,  cuando se tiene un mensaje Urbi et Orbi con motivo de  fiestas religiosas y días solemnes. En todas esas ocasiones la bendición papal es parte de todos los ceremoniales antes mencionadas.

   Acostumbro hacer llegar mis notas sólo con motivos relacionados con nuestra comunidad de Baitoa. Rompo la regla con motivo de algunas opiniones que leo en internet y  las redes con respecto a una agresión de que fue objeto el actual papa Francisco cuando  caminaba y saludaba a la gran multitud que esperaba verle. El papa perdió los estribos, es cierto, pero no olvidemos, es un ser humano y pidió luego disculpas. No obstante predomina, en algunos opinólogos, descontextualizar el incidente presentado a la insensata dama como una simple persona y al papa como al mismo demonio.

  No niego que sin ser yo religioso, soy un gran admirador de este extraordinario ser humano que es el Papa Francisco. Y le admiro sobre todo por su religiosidad. Mi cariño hacia él nació cuando pude enterarme de parte de su ejercicio religioso en Argentina mientras era obispo y luego cardenal. La narración la escuché de una de sus asistentes principales hasta el día de hoy.

  Resulta que el entonces prelado Argentino escogía algunos día de semana para antender, en un hospital fuera de Buenos Aires, en Santa Fe, a pacientes ancianos y terminales limpiándoles sus cuerpos a veces recogiendo  excrementos y otros fluidos corporales con sus propias manos. Pocas gentes en Argentina de conocían de esta actividad.

  Por ello le admiro y le defiendo.

  Aunque no viene al caso, tal sentimiento no lo tuve jamás por el papa Juan Pablo II, especialmente por sus activades políticas que tanta sangre han costado a la humanidad. Igualemente nunca entendí la admiración que siempre externó Fidel Castro por el citado pontífice.

  Pero retonemos el tema de la agresión al Papa actual.

   Tuve la ocasión de residir en la ciudad de Roma a mediados del pontificado del papa Pablo VI (1963-1978). Y quiero narrar un incidente que ocurrió durante su pontificado del cuál no fui testigo de primera mano por pura casualidad.

  Yo residía, si mal no recuerdo, en el Quartiere San Lorenzo, y frecuentaba en otras partes de la ciudad a otros estudiantes extranjeros, especialmente latino-americanos.

  Residía para ese entonces, un peruano muy simpático y un tanto mayor que nosotros. Su nombre no me viene a la memoria, pero había sido el embajador de Perú durante el primer gobierno de Fernando Belaunde Terry (1963 a 1968), y al ser destituído por militares progresistas dirigidos por el general Velasco Alvarado,optó por permanecer en Roma dando servicios como un ex-embajador que podía hacer de guía a jóvenes y adultos de Latino-americana que residiesen en Roma. Sus previos contactos con el mundo de gobierno y diplomático los mantenía vivos de esta manera.

  El caso es que, un sábado a finales de julio, yo diría que en 1974, es que mientras llegaba a una reunión de estudiantes latino-americanos me encuentro con el peruano antes citado y de sopetón me señala que quería que yo, como dominicano,formase parte de una delegación de estudiantes latino-americanos a una audiencia papal al día siguiente,domingo,  en la mañana. Por mi forma de ser no me gusta rendir pleitesías a personas de fama, pero no niego que jugaba con la idea de participar en el encuentro.

  En el curso de las discusiones e informaciones tomé la decisión de no asistir cuando un estudiante norte-americano, mulato él, que hablabla algo de español, forzó su participación en el grupo a pesar de que se le informó que el Papa esperaba ver sólo latino-americanos y, además, a cada uno preguntaría el país de procedencia. No valieron razones. A pesar de la oposición el infiltrado iría.

  La delegación no fue muy numerosa, pero recuerdo delegados de Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela y Nicaragua.

  Así que al día siguiente visito a mi mejor amigo, el delegado Nicaraguense, de nombre Marcelo y apellido también olvidado, y le inquiero sobre la experiencia vivida. Una vergüenza total, fue su escueta respuesta. Y enseguida pasa a describirme lo acontecido.

  Todo marchaba según el libreto. Los estudiantes hacen una fila en un área contigua a la sala de audiencias donde el Papa les espera. Cada joven besa el anillo papal y dice sus generale, incluido el país de origen y pasa a sentarse en espera de las palabras pontificiales. El último en fila era el mulato norte-americano antes mencionado, pero éste rompió el protocolo y se limitó a lanzar un escupitazo sobre la vestimenta del Papa. Instantaneamente es aprehendido por uno de los guardianes del Papa que lo empuja a un pequeño salón.

  La audiencia papal fue suspendida ipso facto.

  No pasó nada con el provocador infiltrado. Así que todos los demás a la salida del Vaticano le increpan e inquieren las razones ante tal incorrecto proceder. Nunca perdió la calma al dar su respuesta. "El Papa me recordará a mi por mucho, mucho, tiempo. Ustedes serán olvidado".

   En Éfeso, ciudad de la antigua Grecia, cerca de los que es hoy la moderna ciudad de Esmirna en Turquía se construyó el templo a la diosa Artemisa que fue considerado como una de las siete grandes maravillas del mundo antiguo. Un sociópata de nombre Eróstrato en el 356 antes de nuestra era, no  encontró mejor manera de buscar fama permanente que privando la humanidad, mediante el fuego, de esta excelsa obra.

   Fama de Eróstrato es, pues, lo que buscan la atención rompiendo normas de convivencia o mediante la destrucción. No de otra manera se puede clasificar lo que sucedió en la audiencia frustrada que acabo de narrar o la agresión de una dama contra el Papa de la que todos tuvimos conocimientos.

  Todo otro razonamiento es no conocer el comportamiento humano.