lunes, 1 de julio de 2019

Un solo recuerdo de Felo Cucú.

Por: Ramon Felipe Nunez
Es indudable que la compueblana Lucesita Valerio se encontraría muy a gusto practicando las virtudes del confusionismo, porque en en gran parte las comunicaciones que tiene con nosotros dedica mucho tiempo a mostrar su piedad filial, aún en hechos que podrían ser muy suyos.

  Senti tristeza cuando nos mostró los últimos momentos de vida de su tío Felo y, como no señaló su nombre, pensé en algunas personas menos en él. Sólo cuando nos mostró una foto de Felo, que debió haber sido de los años 60, del pasado siglo supe de quien se trataba. E inmediatamente me vino a la memoria unas circunstancias de su vida que me marcaron e hicieron afianzar en mi sentimientos y actitudes que me han acompañado toda la vida.

  Le he dicho a Lucesita que creo saber el origen del nombre con que también fue conocido en Baitoa: Chicho cucú. Chicho por el nombre del padre de Lucesita. El cucú, como sabemos es un ave de nombre científico  Athene cunicularia que indica que vive en covachas y a diferencia de otras lechuzas hace vida diurna. Tales aves  eran muy abundante en las cercanías de la cañada donde vivía Feloi y por las cercanía de la vivienda de Juan Peña. Recuerdo que Canó Valerio capturó una de ellas e hizo exhibición de ella por todo Baitoa, por lo menos por nuestra parte de Baitoa, que, asustada, emitía sonidos espantosos. Creo recordar que fue a partir de esa fecha que a Felo se le conoció con ese nuevo nombre, aunque Lucesita tiene otra opinión.

  Para explicar lo que voy a narrar debo retrotraerme al año 1954. Y puedo fijar esa fecha porque en primer lugar apenas comenzaba ir al primer año a la escuela donde  doña Africa quizá sin proponerselo enrumbó mi vida.

 Yo tenía entonces apenas cumplido los 4 años porque cuando estuvimos de visita, mi madre y yo,  por su casa, doña Africa se dirigió a mi como imagino se dirige un familiar a un niño de tal edad. Por alguna razón doña Africa le indicó a mi madre su deseo de que me inscribiese en la escuela. ¿Cómo olvidar tal hecho? Hago mención del mismo sólo para precisar fechas.

  Una referencia adicional de fecha en el hecho de que a casa no había llegado aún el perro de nombre Sultán que nos acompaño por unos 14 años.

  Por las fechas a que hago referencia llegó a las cercanías del negocio de la familia una perra, cachorita y famelica que descubrió que podría obtener algo de comida con los clientes del negocio o con mi madre. Pero era comida ocasional. Y mi madre no se le pudo ocurrir acogerla en la casa, porque sólo un perro de sexo masculino, según las normas de mi padre, podría entrar en nuestra casa.

  Debo agregar que la perrita jamás recibió caricias. Todo lo contrario voces de alejamiento y algún amago de golpe  era parte de su vida cotidiana. Sabía ocultarse y regresar calladamente en busca de eventual alimento. Se había convertido en un animal temeroso de los seres humanos.

  Yo observaba y sentía pena, pero nada podía hacer. Y hasta en cierto punto no llegué a prestarle atención.

  Pero cuando se acercaban las fiestas patronales de Baitoa Fello Guazó montó un puesto de guayao al lado del negocio familiar nuestro, negocio que fue fuente  alegría de toda la muchachada. A los sabores tradicionales de frambuesa, limón y tamarindo, Felo agregó otros sabores. En especial el "sirop" de leche era una delicia. (Debo agregar que después de escribir estas líneas hablé con una persona y por casualidad salió a relucir este tema y esta persona me aclaró que este sirop no era de leche sino de avena con leche y fue ella, la persona a que hago referencia,  quien lo preparaba para Felo)

  Se que logré que mi madre me comprara un guayao de frambuesa y otro día pude probar la delicia del que creía sirop de leche. Y esa fue mi perdición. No estoy seguro si fue sólo uno que probé, lo que si estoy seguro es que llegada la hora del almuerzo me encontraba tan satisfecho que al rechazar la comida cotidiana mi madre lanzó una sentencia: "Se acabo el guayao para usted". 

  Es de suponer que la perrita que mencioné anteriormente supo acercarse a Felo, me imagino que inicialmente timidamente, pero tuvo tal suerte y acogida que tenía una buena ración del sirop de leche, sino que Felo compartía de forma muy liberalmente el almuerzo que su sobrino Ramón le llevaba a su puesto de trabajo.

  Tuvo más suerte. La perrita se retiraba al anochecer con su nuevo y, supongo, único dueño  que había tenido,  y regresaba a acompañarle en su diario bregar.

  Felo tenía la costumbre de tomar una siesta a partir de las 1:00 PM, luego de su almuerzo, en la vivienda situada frente al negocio y vivienda nuestra.

   Esa casa fue residencia de la familia conformada por Arismendy Pineda, su esposa tía Josefina Pérez y sus 6 hijos. Pero como el último miembro de esta familia, tío Mendo, se trasladó a Nueva York en 1947 tuvo este a bien pasársela en acuerdo comercial, no escrito por cierto, a mi padre. Además de la casa familiar se tenía al lado el local comercial que sirvió almacén mayorista que daba servicios no sólo a Baitoa, sino además comunidades lejanas, como por ejemplo al comerciante Abraham, "el árabe", en la comunidad de la Jagua allende Taveras. Además, detrás, se tenía un almacén de andullos.

   Como saben baitoeros de cierta edad todos los locales que he mencionado desaparecieron, junto a nuestra vivienda, con un fuego criminal en julio de 1960, iniciado en horas nocturnas avanzadas, llevado a cabo por personas apreciadas de la familia y que hoy viven en Nueva York. Pero detalles de este hecho quizá publique algunas informaciones y consideraciones en fecha futura.

  Pero volvamos a la siesta de Felo. 

  La casa que mencionamos tenía siempre la puerta de entrada por lo que una vez fue un comedor y de ahí se podía entrar a una sala que apenas se adornaba con una mecedora. De vez en cuando me refugiaba en esta sala para descansar dejando volar mi fantasía.  Alguna vez llegué a pasar por el lado de Felo que yacía durmiente sobre la madera de la sala. A Felo no le importaba, pues seguía en su profundo sueño.

  Y ahora narro el incidente que importa.

  Ignoraba yo que la perrita de esta narración estaba tan apegada a su dueño que le acompañaba en su siesta. El caso es que quise repetir mi rutina de entrar a la sala, pero del momento que la perrita vio de mis intenciones se movió hasta la puerta de entrada, donde me encontraba, y me hizo saber que no podía yo molestar el descanso de su amo con tal estridencia que me sobresalte más de lo debido. Otra persona, no recuerdo quien, quiso saber que pasaba con el resultado que la perrita aumentó su furia indicando que si alguien pasaba podía  sufrir fatales consecuencias.

  Felo siguió durmiendo. De ahí en adelante nadie osaba molestar a Felo durante sus siestas.

  Cuando luego comparé mentalmente la perrita cobarde y tímida, que presentá al inicio de esta narración, con la perra guardiana de este incidente me vino a la mente una frase de mi madre: "todo perro tiene una fiera salvaje durmiendo en su cuerpo".

 Felo demostró que con su amor por un animal debil podía lograr esta transformación para el bien humano. Por este hecho siempre lo he recordado.