domingo, 3 de junio de 2018

Yayita la de Santana

 No se si ha existido otra Dolores con el apodo de Yayita. Pero casí estoy seguro que pocas personas  recuerden que Yayita la de Santana, pues este era el nombre de quien fuera su esposo. Como esta amable y feliz pareja no dejó familia, es  posible que  esta sea la razón de su condena a un inmerecido olvido.

  He podido averiguar que Yayita y Santana son originarios de Jacagua, Santiago. ¿Cuál fue el verdadero nombre de su esposo ?. Es de  sospechar que Santana fuese su apellido. Pero nadie le conoció por otro nombre.

   Sospechamos que  alguna manera establecio Yayita  relaciones de negocio con Mon Pineda, y que a través de él, en lo momentos que tenía a su cargo la gallera de Baitoa, llegaron a Baitoa. Lo que es un hecho es que su vida estuvo ligada al negocio gallístico. 

  Yayita siempre vivió en terrenos que inicialmente habían sido de los Pérez, que luego fue comprado por Elías Núnez y que este vendió a Mon Pineda cuando aquél abandonó a Baitoa por Bonao. Especificamente vivió en la casa situada frente a la gallera que todos conocimos en las cercanías de la vivienda de  Napoles Pineda  y más vecina aún de la de Chilo Pineda y Elsa Núñez. Pero más cercana aún es la vivienda en la que un principio vivió mi abuela Juana Pérez, y en diversos momentos sirvio de residencia médica de Baitoa, de  Lidia Núñez y Antonio Rodriguez, Jose Cépeda y Lalita y finallmente pertenció a Fausto Martínez. Todas las casa nombradas eran parte del territorio que sotto voce siempre se conoció como el "jollo de los perros" y donde pasé mi niñez.

  En la actualidad tenemos un solar vacío en el lugar que fue residencia de la pareja que mencionamos.

   Comencé a rememorar mi relación con Dolorita, como también se le conocía, y de su relación con Baitoa cuando recordé una conversación que tuvo conmigo Tío Mendo cuando viví en New York, siendo adolescente,  a inicios de los años sesenta. Me dijo: "pocos recuerdan el gran prestigio que antes tuvo Dolorita en Baitoa". Se le buscaba como madrina en la época que los bautizos de prestigio se realizaban, con bastante frecuencia, en Santiago. No estoy seguro si se realizaban, entonces, baustizos en Baitoa.

 Si hablamos de los años 20 o inicios de los 30 del siglo pasado,  debemos señalar que se viajaba, con el bautizante, en caballos. Y como  en las cercanías de la Catedral de Santiago comenzó a manejarse el Restauran Antillas de dueños chinos, de gran prestigio durante cerca de 60 años. Era motivo de orgullo para todo baitoero de cierta solvencia económico haber degustado la comida "china", espcialmente el famoso "arroz don pollo".

   Y aquí disgrego un tanto y recuerdo a mis lectores que los chinos llegaron a Santiago provenientes desde Puerto Rico y se establecieron en el lodazal que luego fue, y es, el Mercado  Modelo, donde se ganaban la vida preparando y vendiendo una sopa por la que fue inicialmente conocida la cocina china en Santiago.

   Y es que la comunidad llegó a nuestro continentetanto a Peru, en menor escala, y a Estados Unidos como "coolíes", que es decir como esclavos modernos, para construir los grandes trenes transoceánicos que una vez fueron orgullo de la gran nación del norte. Ya hacía más de cincuenta años de que China había pasado de ser la primera potencia económica mundial, pero sin ninguna fuerza armada que mereciese tal nombre,a un país que las potencias económicas mundiales mediante el tráfico de droga la sometieron a las humillaciones más terribles que nación alguna haya sufrido.

  Tales eran los chinos que teníamos hace más de cien años en Santiago. Pero su arte culinario era motivo de orgullo para los que llegaban al mencionado restauran chino.

  Y, me decía Tío Mendo, Dolorita, luego de la ceremonia bautismal, invitaba a todo el séquito a almorzar de las delicias de la nueva comida en el Antillas de los chinos.

  Pero Yayita,  no se quedaba atrás en el arte de la cocina. Ella preparaba comida para los galleros en días de fiesta de gallos, que para el mes de Agosto, mes de nuestras fiestas patronales, podía celebrarse durante casí todo ese período. Durante mucha parte del tiempo contó con el auxilio de la ciudadana haitiana, residente en Baitoa, Mereja. La que a su vez tenía gengibres listos muy de madrugada para el grupo de baitoeros que tenían en su cocina el primer encuento social del día.

   Yayita dormía hasta un poco más tarde. Muy tarde para las normas de Baitoa, donde todos, excepto los verdaderos vagos, debían madrugar. Por tanto, no participaba en este primer encuentro social.

  Cuando no había gallos, se dedicaba Yayita a preparar gran cantidad de canquiña que no sólo se distribuía en Baitoa, sino que llegaba a sus alrededores sin exceptuar La Cidra en las cercanías de Jarabacoa. Nunca conoció luego Baitoa mejor canquiña que la de Yayita. 

   Característica de la entrada a su vivienda era una inmensa mata de uva de playa que mi abuela sembró, imagino que por los años 20 y que luego 50 años más tarde Fausto Martínez tuvo a bien cortar.  Ya hacia tiempo que mi abuela no recordaba esta su segunda casa en Baitoa, pero al enterarse de esta acción, que ella considero un desatino, hizo lo posible por hacerle llegar su disgusto.

   La casa de Yayita no tenía portón  de entrada, o puerta de caminos como decíamos entonces, ni estaba cercada por parte alguna y quizá por eso es hoy solar yermo. Era ideal para el muchacherío del vecindario, habida cuenta que Yayita participaba de la alegría de la muchachada al tiempo que ella se dedicaba a confeccionar sus deliciosas canquiñas.

   Y nunca fallaba Yayita repartiendo pedazos de canquiña a los que jugabamos por los alrededores .

   Tengo la impresión que tuvo Yayita relación de compadrazgo con Juan Peña. Y vagamente recuerdo que una hija de este último, Ligia Peña,  tuvo un grave malestar y fue llevada ante el médico, que como hemos dicho anteriormente era vecino de nuestra heroina. El caso, es que Yayita no permitió que Juan Peña retornara con su hija a su hogar sino que la llevó a su casa para ella dedicarse a cuidarla durante su enfermedad, permaneciendo, ya sana, un largo período teniendo el papel de hija para la pareja de esposos.

  Con el tiempo Ligia emigró de Baitoa, pues se casó con José Peña, de los Peña ya emigrados a Bonao. Vivió pues en Bonao, New York y Santiago. Y nunca disminuyó el cariño de Ligia hacia Yayita, pues no sólo eran constantes sus visitas, sino que por cada malestar que tenía Yayita la súbita presencia en Baitoa y donde Yayita de Ligia era de esperar.

  Y durante la ausencia de Ligia Yayita repartía su cariño con la muchachada que tomaba su patio como lugar de encuentro, invitandonos a todos a tomar cena con ella. Y que deliciosas eran esas cenas. A su mesa se llegaban a sentar Ricardo, el de Ligia Núñez, todos los hijos de Napoles Pineda y tantos otros que no recuerdo.

   Como si fuera ayer está presenta la vez que nos preparó una sopa espesa de color rojizo obtenido por salpicarla con ají caribe. Y aunque usted no lo crea era una delicia, con sólo un sabor picante. Quedé encantada con ese plato, al extremo de que jamás la he vuelto a probar ni olvidar.

   No es que Yayita fuera la única persona en Baitoa que invitara los niños a cenar. En mi caso recuerdo las cariñosas palabras que me dirigía Chico Pineda cuando me llamaba "Pipe, venga a cenar conmigo"

  Pero lo de Yayita era fuera de toda medida. Tanto que por una de sus graciosuras en mi casa me prohibieron que comiera en casa ajena. 

  Todo comenzó con una cena que me ofertó, creo que en compañía de Ricardo Rodríguez, y encontrando ella que la misma era poco apetecible nos llevó  "el tajo del viejo". A mi me pareció muy agradable la ocurrencia al extremo que no dejamos nada en el plato. Al llegar Santana de su largo día de laboro, su esposa le informó de su medida y su esposo lo tomó, igual, a gracia.

  Cometí el error de narrar la vivencia en mi casa. Sólo lo veía como algo para morirse de risa. Craso error. Mi madre lanzó la prohibición antes mencionada, al extremo que tuve que buscar otros lugares de juego.

   A medida que crecí y cada vez que Yayita pasaba por casa siempre preguntaba porque si antes jugabamos y comíamos en su casa no seguíamos haciéndole compañía. Pero sus quejas no se dirigían sólo a mí. La mención de los hijos de Napoles era obligatorio. Yo daba, entonces, la callada por respuesta.

  Nunca comprendí su soledad. Aunque me alegraba sobremanera cuando Ligia Peña llegaba a Baitoa sólo para hacerle compañia.

   Hoy entiendo mejor las cosas.