sábado, 24 de junio de 2017

Campos y ciudades, 1900-1905

Fuente : Diariolibre.com
Imagen : Aserradero La Fe a orillas del Yaque.
Colección Julia Amelia Cabral Tavares.
Al comenzar el siglo XX el territorio dominicano era un espacio prácticamente deshabitado con sólo tres comunidades que podían calificarse de ciudades: Santo Domingo, Santiago y Puerto Plata, cuyas poblaciones no alcanzaban los 10,000 habitantes.
Las vías de comunicación del país eran simples caminos de herradura inhabilitados para carruajes de cualquier tipo, por lo cual el transporte de mercancías tenía que realizarse a lomo de bestias.
De Santiago a Montecristi el territorio estaba virtualmente desierto y apenas había sido clareado por los cosecheros de tabaco de las aldeas de Quinigua, Navarrete, Mao y Guayubín, y por los cortadores de madera en los alrededores de Montecristi.
Tenía tan poca gente que era conocido como «el Despoblado de Santiago» y comprendía toda la cuenca baja del río Yaque del Norte, casi enteramente cubierta de cactus y árboles de campeche, cambrón y otros árboles de madera dura propios del bosque seco y espinoso.
El territorio nacional tenía grandes espacios sin explotar como las cordilleras, despobladas y cubiertas de bosques que apenas habían sido penetradas por algunos colonos asentados en sus valles intramontanos.
En agosto de 1900, uno de estos valles, Jarabacoa, todavía estaba cubierto de pinos y cedros que apenas empezaban a ser explotados por algunos empresarios locales.
Las cuencas llanas de los ríos Camú y Yuna carecían igualmente de habitantes y estaban cubiertas por tupidos bosques que alternaban con extensas sabanas donde pastaban grandes rebaños de ganado suelto, pues todavía los pastizales no estaban protegidos con cercas; bosques completamente vírgenes cubrían las serranías bajas de Yamasá y Los Haitises.
Las llanuras costeras del nordeste también eran boscosas y hasta entonces sólo algunos pioneros madereros se habían adentrado para explotar la caoba. Una vez deforestadas, estas llanuras fueron convertidas en plantaciones de caña de azúcar y bananos como ocurrió en las tierras cercanas a Puerto Plata a finales del siglo XIX.
La importancia de estas nuevas plantaciones puede medirse por su tamaño: en 1900 la finca bananera de la United Fruit Company en Sosúa tenía sembradas 1.5 millones de plantas de guineo y la exportación a Estados Unidos en dicho año fue de 230,000 racimos para lo que se requirieron 17 barcos.
En las llanuras orientales los bosques también habían sido talados, no tanto para recuperar las maderas como para ocuparlas con plantaciones de caña de azúcar, como ocurrió en los llanos cercanos a Santo Domingo, Puerto Plata y las zonas aledañas a Azua, en el sur.
En el suroeste todavía prevalecía la explotación del guayacán, la caoba y el campeche, en tanto que en el norte y el nordeste dominaban los cortes de caoba. La explotación del campeche y la caoba era la principal actividad económica de los habitantes de Montecristi y la Línea Noroeste.
En La Vega operaban dos aserraderos que se abastecían de los bosques de pino de las montañas cercanas que desaguaban en el río Camú, cuya rápida corriente ayudaba a transportar los troncos. En Santiago también había otros aserraderos que procesaban pinos de la sierra que eran llevados a la ciudad haciéndolos flotar aguas abajo por las corrientes de los ríos Bao y Yaque.
Para crear plantaciones de café y cacao también se tumbaron grandes bosques en los alrededores de San Cristóbal, San Francisco de Macorís, La Vega, Moca y Salcedo.
Las fincas de café se extendieron por las zonas húmedas de las montañas donde algunos hacendados desarrollaron grandes fincas, siendo rápidamente imitados por campesinos más pobres que descubrieron en el café un cultivo comercial que producía rendimientos crecientes cada año.
A principios del siglo XX, La Vega, Moca y San Francisco de Macorís eran todavía regiones ganaderas donde la crianza de reses y cerdos alternaba con una agricultura de subsistencia que era complementada con las cosechas de tabaco, café y cacao.
La principal región tabacalera del país era Santiago de los Caballeros y sus campos vecinos -particularmente Tavera, Baitoa,, Puñal, Canca, Licey, Tamboril, Gurabo y Quinigua- cultivados desde mediados del siglo XVIII y en los que habitaban numerosas familias campesinas conectadas con el mercado mundial a través de una complicada red de corredores, financieros y comerciantes que controlaban el comercio del tabaco. mucho mas aqui