lunes, 1 de mayo de 2017

María La Pollera.

Puede que la presente generación de baitoeros no recuerde a esta ejemplar mujer residente en Los Limones que
durante más de treinta años estuvo presente día trás día en  el diario trajinar de algún hogar baitoero y que se nos fue a finales de la década 80 del siglo pasado.

Para entender quien fue esta mujer admirable es necesario entender el origen de su nombre y sus orígenes sociales.

A finales de los años 40 del siglo mencionado era María una adolescente en el hogar que había formado con Mateo, a quién nunca conocí pero que siempre estuvo presente en su boca. Y era Mateo y la madre de María quienes llegaban a Baitoa para comprar, casa por casa, gallinas y pollos que llevaban luego a Santiago para fines de venta. Recuérdese que para esa época no se tenía la moderna producción de pollos y la ingesta de la carne de dicha ave era bastante limitada. Muy pronto siguió Maria el camino de su esposo y su madre, pero fue a ella, por su persistencia a la que se le quedó el nombre.

  Tanto  María, como su madre y  Mateo se caracterizaban por ser negros de piel y de altura mayor que la predominante en Baitoa. Posiblemente eran descendientes de los negros de  la hacienda de Monsiieur Espaillat situada a escasa distancia de donde vivían ellos. Y nos podemos dar cuenta de la reciedumbre de María recordando una anécdota de su madre.

  La madre de María, y debo disculparme ante mis lectores, por no recordar su nombre, en su juventud trabajó en la agricultura y realizaba negocios como cualquier hombre de la comunidad. El caso es que a su pequeño fundo se presentó un comprador de plátanos al cuál despacho varios racimos de esta musacea. Una vez llegado el momento del pago, la señora dice a su cliente : "¿Hay algo más que usted desearía tener?" A lo cuál el comprador respondió: "Pues si, algo más y esa cosa eres tú", y sin más preámbulos se le lanzó encima. La dama vista en tal percance con mucha sangre fría le dijo: " Y para que quieres por la fuerza lo que te puedo dar por las buenas. Vamos, acotejemos una cama de hojas de plátano y verás como nos irá  a los dos". 

   El Romeo de marras se fió  del canto de sirena pues veía que su Julieta procedía a quitarse alguna falda.  Y no sólo eso, sino que se le acercó algo cariñosa. Pero en cuanto lo tuvo cerca, lanzó sus manos cual si fueran garras de guaraguao sobre las partes pudendas del ahora frustrado amante. De ahí en adelante fue un baile al son de unos desgarradores aullidos por todo el platanal. Demás está decir que el comprador tuvo que irse adolorido y lamentando su osadía. En cuanto el negocio supongo que la madre de María cobró sus plátanos.  Tal era la madera de que estaban hechas de estas mújeres.

  Parece ser que el negocio de venta de pollos no fue tan rentable y a mediados de los años cincuenta María se mete a vendedora de billetes de la lotería. Algo nuevo este oficio de mujer en Baitoa. Pero ello, unido a que se le consideraba una experta en interpretar sueños, hizo que su negocio prosperara. Pero la competencia masculina no la veía con buenos ojos.

  Y he aquí en mi memoria como producto de esta competencia Titin, otro billetero, se engarza en un pleito de hombre a mujer, puño a puño, frente a la casa de doña Quirina. Yo, niño entonces, observaba a la distancia y ya veía a María como la campeona de este colosal encuentro. Pero Titin pudo escapar y virándose le dió tremendo trompón a María que, si no es por la intervención del alcalde Alcibíades y otras personas que se acercaban a la reyerta, en muy mal estado  hubiese finalizado María. 

  Fué la primera vez que vi llorar a esta mujer. El alcalde, mi padre y otras personas más la hicieron desistir de llevar el caso a la justicia a cambio de una multa, que la justicia popular impuso a Titín. Chico Pineda los hizo abrazar. Y me dicen que hasta se rió en algo Maria cuando recibió la multa de 25 centavos. No era mucho,pero no era dinero a despreciar.

  De ahí en adelante María se autocontrataba  en forma diaria con alguna o varias familias donde realizaba cualquier tipo de tarea y recibía algún tipo de pago. Podia ser dinero o especias. Pero María no podía permitirse el lujo de llegar a su casa para preparar cena para su Mateo. Si había alguna celebración culinaria con motivo sea de una boda o un velorio, María estaba al frente de la cocina.

  Es de destacar que el área del Poblado no era área de su preferencia. Podía llegar por la caleta a casa de Julia Franco, de ahí llegar a Los Callejones, el Hoyo de los Perros  para luego finalizar en  la Cruz Roja y en alguna casa tenía su área de trabajo.

  Señalaba anteriormente que María interpretaba los sueños. Y se que nunca fallaba, especialmente cuando los lunes, después de publicados los números ganadores de la lotería, hacía correcciones en las interpretaciones hechas los días anteriores. Y también era una experta en remedios caseros. Muy tarde me vine a enterar que las narrativas cantadas no estaban ajenas a su talento. Se me hizo mención a una tal narración cuyo personaje central era Eliseo Pérez de López, pero jamás tuve la oportunidad de escribir las  letras de esa narración. Con ella perdió Baitoa una fuente de nuestro arte antiguo.

Y aunque algunos podían poner en duda sus dotes de adivinar números, María se autoproclamaba experta en aconsejar la manera de lograr obtener un hijo con el sexo que se quisiera. Ella cobraba por este experticio.  Debo confesar que era tal mi curiosidad que siendo yo adolescente le pagué por saber la fórmula que tanto atesoraba. Y lean lo que me contó. 

    La narración tiene que ver con su propia familia.  Puede que se me  escape el nombre de algunos de sus hijos, pero fueron, los que recuerdo al menos, Mateo, Andres, Vicente, Agustina, Agapito y Juan. Sus hijos eran su orgullo. Y su orgullo se basaba en que había educado sus hijos para ser honestos. Y honestos lo eran todos ellos. Y trabajadores. Todos sus padrinos eran baitoeros. Por ejemplo, para mencionar un caso, mis padres fueron padrinos de Agustina. 

  Pues una vez, como todos los días llegó María un poco tarde a su hogar, pero más cansada que de costumbre. Pero esa noche Mateo quería jugar con ella, pero su estado de ánimo y cansancio no estaban para eso. Ella rogó, y trató de persuadir, pero Mateo se salió con la suya. De ese jueguito nació Agustina. Ese era su gran saber.

   Le pagué por su secreto. Pero me cobré en algo diciéndole: "Pero María para todos los otros hijos fuiste tú que ie volaste encima a Mateo". María aunque reprochó mi frescura, hubo de reírse un poco.

  Me parece que fue en 1962 que las fiestas patronales fueron organizadas por el Padre Espinal, hijo de don Cabuya Espinal del Kilómetro 3. Y las recuerdo porque además de las fiestas en el Club, el palo encebao, hubo otras novedades entonces. Por ejemplo el salto en saco y una carrera a dos vueltas por todo el poblado. Había premio a los ganadores. Los participantes eran todos jóvenes  y solteros. Excepto María. Su objetivo no era tanto competir como ganar el premio monetario. Recuerdo que puso mucho empeño en la carrera, pues el premio era apetecible, pero en la segunda vuelta debió rendirse. Quedó frustrada.
   Ahora debo hacer una confesión personal, que hubiese mantener callada, pero la misma me motiva a expresar mi eterno agradecimiento a María. El caso es que en mi pubertad estuve enamorado perdidamente de una joven baitoero. Pero yo era más tímido de lo debido en estos menesteres. Y María, María estuvo siempre presente para ofrecerme sus servicios de mediadora. Ella no se imagina cuanto le agradecí su preocupación. Cierto que le pagaba sus servicios. Pero ella nunca me cobraba.

  A finales de los años 80 me informó una médico pasante de Baitoa en el hospital José María Cabral  que María estaba enferma de un cancer de higado. Nunca tuve el coraje para verle en la cara en ese estado. Y siempre me he arrepentido de ello.